martes, octubre 26, 2004

Postales malditas de benditos lugares.




No te hablo de vivir eternamente un instante. Porque la eternidad es una aburrida falacia. Te hablo de revivir un instante. Y de hacerlo de forma idéntica. Intacta. Exacta. Beber de nuevo este té de manzana sobre la misma alfombra de Anatolia y bajo el mismo cielo púrpura. Te hablo de volver a este lugar cuando lo desee y que nada haya cambiado. Que el mismo atardecer siga habitando las mismas esbeltas siluetas recortadas en sombra de Sultanahmed y Santa Sofía y que idénticos barcos surquen las mismas plomizas aguas dejando tras de sí idénticas fugaces estelas de espuma. Volver al pensamiento de que nada es para siempre y bendecir de nuevo esta certeza. Que la eternidad de un instante es una condena aunque esta sea de belleza eterna. Que lo único que quieres es llevarte este trocito de Estambul envuelto en un trapo limpio dentro de tu mochila y sacarlo de cuando en cuando y volver a disfrutar de él sin que nada haya cambiado. Volver al deslumbrante tesoro de cristal que ocultaste en una pared hueca cuando eras niño. Sí, pero volver a él siendo el mismo niño. Sólo en ese caso la eternidad deja de ser una condenada falacia para convertirse en un hermoso imposible. Yo sé que me entiendes.

Desde la orilla asiática del Bósforo, mirándote sentada a lomos de la vieja Europa…

Un beso,

M.


Estambul

Se han derribado
todas las casas con jardines traseros
para que los chicos que quieren salvarte
de entre los rascacielos
desatando tus manos
ligadas con maromas
de los puentes colgantes
no organicen una banda.

(Sunay Akin)