jueves, octubre 29, 2009
Crisantemos
lunes, octubre 26, 2009
La máquina voladora
Nadie de los que durante todos aquellos meses lo viera recoger todos esos objetos y ensamblarlos en aquel extraño conglomerado pensó nunca que aquella disparatada máquina volaría. Sin embargo, él en ningún momento se sintió persuadido de abandonar su proyecto y continuó visitando los parques donde recogía las hojas secas que el otoño descosía de algunos árboles y las plumas abandonadas de muchos y diferentes tipos de aves, los colegios donde, a hurtadillas, sustraía los avioncitos de papel que los niños lanzaban en los momentos de bostezo desde las ventanas de las aulas y las grandes avenidas donde corría tras los sombreros que el viento arrancaba de las cabezas de algunos señores. El vendedor de globos de helio del parque junto a la Iglesia también hizo una pequeña fortuna con él. Al igual que el propietario de la tienda de juguetes donde vendían aquel artilugio de madera que al ser impulsado por la fricción de las palmas de ambas manos hacía volar la hélice del extremo. Buscó caminos blancos a las afueras de la ciudad y llenó cientos de bolsas de polvo. La tarea no siempre era agradable. No lo fueron, por ejemplo, aquellos meses en los que se dedicó a cazar insectos y arrancarles, una por una, las alas. Por sus manos pasaron libélulas, abejas, avispas, moscas, abejorros, mariposas, típulas y otros cientos de insectos alados. Incluso las cuatro alas de un pez volador disecado que compró por internet a un coleccionista. No fue capaz de imaginar sobre la faz de la tierra nada tan volátil como las alas que permiten volar a un pez. Así fue reuniendo durante casi un año todo lo etéreo que pudo imaginar. Esa era la esencia de su razonamiento: si construyes una máquina con material volátil, volará. La reflexión le pareció de una lógica tan rotunda en aquel soleado día de otoño que había empezado nublado en su corazón que asintió fuertemente con la cabeza y sonrió. Fue una sonrisa que amaneció con el sol de un domingo y anocheció con la luna de medianoche de un lunes. Duró casi un día.
Meses más tarde llegó el momento en que hubo que probar el artefacto. Fue un martes a última hora de la tarde. Todos los que se congregaron para ver el rotundo fracaso de aquel amorfo dislate y minutos más tarde lo vieron elevarse con la suave brisa vespertina hacia las altas cúpulas del cielo coincidieron en que nunca antes habían visto nada que volara con tanta naturalidad y gracia. Como si aquella inverosímil máquina voladora hubiera estado allí colgada en las alturas desde tiempos remotos. Como si fuera parte del mismo aire.
miércoles, octubre 21, 2009
Aire
domingo, octubre 18, 2009
Posdatas
sábado, octubre 03, 2009
Fate
Si soy incapaz de negar la existencia de Circe, de Morgana, de la Sibila de Cumas es porque cinco años más tarde la canción que te obligaron a escuchar por teléfono hasta el último acorde en aquel motel de las afueras de Tallin sigue apareciéndoseme de cuando en cuando como aquella noche en la que no se puso el sol. Sed pacientes. Aún sigo rebelándome contra mi destino, mis queridas brujas.
I don't need a ride to arriveI don't feel approached any time
If you feel a fader on a decline
Out of all you've ever been
And you won't need time
You never need time
I don't need this every god
You see every ghost am I
Have we found a phase to be out of
Transfer all your thoughts to me
And you won't need love
We don't need love
I don't need this sin to go
Down to where all forevers flow
Every fate revealed slow
Never talking back to me
Say it out loud
I feel this cold