domingo, diciembre 03, 2006

Latitud

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Más tarde, desde la playa, caminaron iluminados bajo el ya débil resplandor de las estrellas hasta el acantilado de rocas donde se sentaron, con la mirada perdida en la lejana línea del horizonte, a esperar el amanecer. Una sola vez se atrevió a mirarla con fijeza. Fue entonces, contemplando el perfil de su rostro iluminado por los primeros rayos de sol del nuevo día, cuando supo que sólo tenía que besarla cada mañana, cada noche, mientras ella miraba los cuerpos celestes para saber con precisión dónde se encontraba. Su ojo derecho, de perfil, era un perfecto sextante dorado. Después de tantos años perdido en la inmensidad del océano, sin rumbo fijo, guiado por cantos de sirena y estrellas fugaces, había encontrado… latitud, al fin.



("Sin latitud que ardan las orillas, que ardan las orillas..")