lunes, abril 18, 2005

Nuevos Aires.

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Este será probablemente nuestro último viaje juntos. Porque si hay algo seguro es que el amor también se acaba. Es un principio de certeza. A veces parece que ocurriera repentinamente, de forma inesperada, como si un día te levantaras y ya hubieras dejado de amar. Como si en un acceso de tos, esa mañana, hubieras escupido el tumor amoroso. “¿Cómo es posible? Se os veía tan unidos”, “Me resulta difícil de creer, parecíais tan enamorados” Pero en realidad nunca sucede de esa forma. El camino hasta ese amanecer es largo y con frecuencia tortuoso. En ocasiones el camino es recorrido por ambos a un tiempo y en ese caso todo resulta mucho menos doloroso, menos traumático. Pero en otras, sólo uno camina, mientras el otro se queda sonriendo, con un saludo inocente y tierno en la palma de la mano, bajo el umbral de la puerta esperando que vuelvas pronto de comprar el periódico. Y sí, al principio piensas en volver con el diario bajo el brazo, pero cuando estás a punto de llegar, decides pasear un poco más y buscas el siguiente quiosco y de repente la ves a ella, de tela –imaginas su tacto recio, fuerte pero flexible en la yema de tus dedos-, gris –siempre te gustó tanto el gris- impermeable, con las hebillas plateadas –brillando, lúbricas, bajo el sol primaveral- bolsillos amplios y ese aire bohemio y aventurero de marino que hubiera doblado trece veces Cabo de Hornos; y entonces entiendes por fin que el cariño ya no es suficiente para volver con el diario bajo el brazo.

Recuerdo perfectamente el momento en que te compré hace ya muchos años en aquel mercadillo de Agea Napa en Chipre. Días de atardeceres lentos, grandes e interminables, sal en los labios y tortugas de alabastro en el cuello. “Es perfecta para ti”, me dijo ella. Y yo pensé que tenía razón. Ella casi siempre tenía razón en todo lo que me concernía. Entonces hice que aquel hombrecillo moreno de dientes afilados como un caribe te bajara del gancho donde estabas colgada. Suave, flexible, brillante, con hebillas doradas, fuertes correas y muchos bolsillos. Eras preciosa. Aquel hombre, en una demostración atávica, te manoseó, te dobló y te enrolló como un papiro hasta que pudo tocar su pulgar con su dedo corazón. “Pura piel de cabra chipriota”, dijo como durante siglos dijeron también sus antepasados, mientras yo me preguntaba si las pirañas sonreirían también de ese modo. Ella te llamó Vita (de suavita) en esa costumbre suya de poner nombre a todo lo que entraba a formar parte de su mundo. Yo le decía que sus ancestros debieron vivir alguna vez en el Macondo en que las cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Ella creaba también su mundo de la misma manera. Dándoles nombre. A mi me gustaba, y a veces me parecía que la casa estaba llena de gente. Y eso, en los últimos tiempos, fue un alivio, porque no parecíamos tan solos. De hecho aún conservo esa costumbre: Tengo una planta de té que se llama Teresa, un buda arrepentido, una guitarra que se llama Irene y hasta una pluma estilográfica a la que llamo educadamente Sra. Parker por su elegancia, distinción e impecable buen hacer.

No es momento de reproches. Odio los reproches. Tampoco sería justo. Yo te he dado y tú me has dado. De mi hombro has conocido lugares que nunca hubieras podido imaginar colgada en aquel puesto de Chipre. ¿Cuántos lugares, verdad? Juntos hemos dado la vuelta al mundo. A ti te gustaba sobre todo Venecia. A mi últimamente, como a Corto, Venecia me daba cierta especie de pereza y tú, como Ear Mouth, plácidamente recostada sobre la mesa de un café con vistas a Santa Maria de Nazareth, parecías decirme que Venecia era para eso. Te he confiado mis objetos más valiosos y frágiles: libros, dinero, regalos, música y tú los has guardado celosamente y con ternura. También objetos íntimos que has ocultado en bolsillos secretos de tu anatomía hasta que mi mano u otra, con la complicidad de la primera, te los reclamaba. Te he cuidado y protegido siempre como si fueras una parte más de mi cuerpo. Incluso más. Aún hoy, quizá algo descolorida, con unas cuantas arrugas más y algunas cicatrices, te conservo casi como el primer día. Tú me has correspondido ofreciendo siempre tu piel frente a la lluvia, el viento helado, la nieve, el sol abrasador. Nos unen recuerdos imborrables. Jamás podremos olvidarnos. Cada uno formará parte de la vida del otro para siempre. Y lo mejor, Vita, es que nos recordaremos con infinito cariño. Y algún día nos reencontraremos en el fondo de un armario y una nostalgia profunda y cálida llenará mi pecho y te acariciaré con la punta de los dedos preguntándote “te acuerdas de…”, “y aquel día que…”

Nos debemos este último viaje juntos a la ciudad con el nombre más bonito del mundo. Te llevaré a los boliches de San Telmo a que una voz hermosa te cante tangos, y quizá a una velada de boxeo donde nos dijo el Negro, y a la Bombonera, donde está el templo del único Dios verdadero, el único que el hombre ha conseguido ver y tocar y disfrutar y creer y llorar. Un Dios que sí es verdad que se parece a todos nosotros y se parece tanto y es tan humano que a veces hasta nos da pena. Y te pasearé por la plaza de Mayo y la Calle Corrientes, y en el Café Tortoni, sentados ambos quizá en la mesa en la que una vez estuvo Borges o Alfonsina Storni, te rociaré con unas gotitas de mate para brindar por nosotros, por nuestro pasado, mientras canto bajito para que sólo tú puedas escucharme aquello de… “Fantasmas del pasado,/ perfumes de ayer,/ que evocaré doliente/ planteando mi sien./ Bandadas de recuerdos/ de un tiempo querido,/ lejano y florido/ que no olvidaré.” Y el cielo habrá recobrado un poco más de azul. Y el aire será mejor, más puro. Buenos Aires, por fin.

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domingo, abril 03, 2005

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Nota de prensa. “Diario de B-612”

“En la mañana de ayer el Presidente de la empresa Images & Words Co., en multitudinaria rueda de prensa, hizo público el despido de 303 palabras de una plantilla de 304, argumentando una reducción de personal que los sindicatos entienden como inadmisible. El presidente y portavoz de Images & Words subrayó especialmente que se pagarán todas y cada una de las indemnizaciones a las palabras afectadas. Los comités sindicales anuncian acciones de protesta por lo que entienden un claro atentado a sus derechos laborales. Se preveé una ardua pugna en los tribunales y fuera de ellos.”