lunes, septiembre 11, 2006

Sabía...

... que tarde o temprano alguien acabaría llamándoselo. Desde que lo vio por primera vez por televisión. No tiene los ojos azules, ni se dedica a la medicina precisamente porque sus padres querían que así lo hiciera. Pero con él comparte muchas cosas, entre ellas un ipod, la descuidada barba de tres días, una ostensible cojera -porque hay muchos tipos de cojera y no todas están a la vista de cualquiera- y ese sarcasmo cruel, afilado e hiriente que nace de una viva inteligencia autodestructiva aplicada a una tristeza convertida en rabia, que es precisamente en lo que se convierte la tristeza cuando se le pudre dentro. La tristeza que acumula desde hace meses no ha tardado en empezar a oler. Sólo necesitaba soñar la noche anterior de nuevo con ella, desayunar leyendo sus mensajes telefónicos que aún no ha tenido el valor de borrar, un papel no encontrado en la oficina, pisar un bolígrafo olvidado en el suelo y un inocente en el lugar equivocado, a la hora equivocada, con la persona equivocada y la conversación equivocada. Un inocente a quien conociera lo suficiente como para poder herirlo con profundidad. Y, desafortunadamente, casi siempre coincide que las personas a las que más conoces son también a las que más quieres.

“Eres un puto House amargado, Métete tu sarcasmo de mierda por el culo”, escupe con los ojos inundados en lágrimas.

Y frente a eso sólo una mirada vacía, hueca, fría. La que precede a un remordimiento bíblico. Los restos de polvo gris que siguen a una explosión en el cielo.