miércoles, junio 30, 2004

To be by your side






Debe ser el calor viscoso que veo derramarse al otro lado del cristal de la ventana. Debe ser la luz tamizada de la tarde filtrándose a través de las estrechas hendiduras de la persiana baja. Debe ser este zumo de naranja con hielo que bebo a sorbos cortos, demorándolo lo justo en la lengua para que frío y sabor desaparezcan garganta abajo despojados ya de sentido. O debe ser este delicioso libro de poemas de Milosz que N. me regaló esta mañana sin motivo alguno. “No está en la mano de todos convertir un día normal de una persona en otro especial, distinto, único”, escribió en la primera página con esa letra infantil, sin aristas y ligeramente soplada hacia la derecha que tanto me gusta.

Sí, definitivamente fue su “dádiva”… sin lugar a dudas… lo que me ha convertido hoy en otro: como si me hubieran acariciado el lomo…

DÁDIVA

Un día muy feliz.
La niebla se levantó pronto, trabajé en el jardín.
Los colibríes se demoraban sobre las madreselvas.
No había cosa en la tierra que yo deseara poseer.
Sabía que no merecía la pena que envidiase a nadie.
Cualquier mal que hubiera sufrido, lo olvidé.
Pensar que una vez fui el mismo hombre no me molestaba.
En el cuerpo no sentía dolor.
Cuando me estiré vi el mar azul y velas.

CZESLAW MILOSZ


Siempre me gustó este poema… me relaja… redime mis muchos pecados. “Me hace bien”, que hubiera dicho mi abuela…

miércoles, junio 23, 2004

Lenguaje



Para tí.


Vivo con una jirafa alcohólica, dos patos, un fox-terrier enano y un ficus. Y hasta hace poco menos de dos meses también con una tortuga boba y un pez payaso. Ahora viven ambos en una casita con jardín a las afueras de Ljubljana.

Coincidió con la marcha del pez payaso y la tortuga boba. Pasaba largas horas en silencio sentada mirando por la ventana. Un buen día la encontramos frente a la misma ventana, sumida en el mismo silencio pero abrazada a una botella de whisky “The wild turkey”. Más tarde, cuando ya habían retorcido sus miserias hasta la náusea, supimos que la jirafa estaba enamorada del pez.

El pez es un afamado pintor. “El mejor retratista de azules de la actualidad” como lo definió el “Artist Fish Herald” en el último reportaje que le dedicaron a su obra. Los críticos hablaron de una profunda perturbación vital en sus últimos cuadros reflejada especialmente en un azul más oscuro que en algunas de sus obras rozaba el azul abisal. “Es el color del desamor”, respondió él cuando le preguntaron por el cambio cromático de su azul en la última entrevista que concedió. Después conoció a la tortuga boba y se marcharon a vivir a Eslovenia en lo que todos consideramos una huída hacia delante, una desintoxicación de tiempo y distancia. No hace mucho volví a ver uno de sus nuevos cuadros en una revista especializada. El azul no había cambiado. Azul abisal. Porque desde que la miró por vez primera con sus grandes ojos de pez supimos que el pez payaso estaba enamorado de la jirafa.

W. Jr. es un pato bajito, apuesto, elegante, culto, muy inteligente y sobre todo… taimado. También es un tipo cruel. De esa clase de crueldad hastiada y sutil que nace del desengaño y de una temprana pérdida de la inocencia. Más que perdida, robada. Es el novio de la jirafa, a la que trata como una hermosa figura de cristal. Algo para enseñar a las visitas. Es escritor. Un escritor sin nombre que sólo escribe por dinero. Es lo que vulgarmente se llama “un negro”. Algunas de las mejores novelas, artículos periodísticos y ensayos de los más renombrados escritores de este país han sido escritas por W. Jr. “La fama es algo efímero y molesto, yo gano más dinero que ellos sin los inconvenientes de la fama” suele repetir en círculos privados. Es un mercenario de la pluma, como el mismo se define. Pero en realidad, es sólo un mercenario. Porque no tiene escrúpulos ni siquiera consigo mismo. Desde un principio supo que la jirafa y el pez estaban enamorados pero en lugar de sufrir con ello, disfrutó. Viendo cómo se transformaban en seres miserables, alienados, despojos de ser humano, viendo cómo pervertían sus sentimientos hasta convertirlos en una grotesca forma de parafilia, henchidos de amor podrido, contaminados por su propia cobardía, viéndolos morir de amor día tras día. Ya dije que W. Jr. es un tipo cruel. Sin escrúpulos.

W. Jr. tiene un hermano: J. Es la cara opuesta a su hermano. Alto, franco, sin sombras. Un buen tipo aunque escaso de inteligencia. Es dos años mayor que W. Jr, al que admira y ama. Llegaron aquí juntos, buscando un lugar soleado donde vivir. Creemos que J. es la única persona a quien W. Jr. respeta y quiere pese a que lo trata como a un imbécil. J. adora a la jirafa y sufre cuando la sorprende bebiendo, con pesadas lágrimas rodando por su cuello esbelto. Muchas veces lo hemos descubierto vaciando en el lavabo las botellas que ella esconde por toda la casa. Es como una hermana para él. En una ocasión la jirafa estuvo tres días desaparecida. Fue J. quien la encontró al cuarto día en el galpón mefítico de un motel de carretera atada a los barrotes del cabezal de la cama, desnuda, con un cuello de botella de bourbon alojado en el sexo, drogada y al borde de un coma etílico. Dos meses después, cuando se celebró el juicio, tres operaciones de cirugía plástica no habían logrado devolver al tipo que dormía junto a la jirafa esa noche el aspecto que tenía antes de encontrarse con los puños de J.

Del fox terrier enano y el ficus poco puedo decirles. Sólo que a veces el perro se orina en él como cualquier perro. Y que intentamos sobornar al ficus con un pulverizador de agua para que broten nuevas hojas.

Quizá todo esto pueda resultarles a ustedes extraño, absurdo, grotesco. No podría ser de otra manera. Sólo hay una persona en este mundo capaz de entender lo que esta noche les cuento. Todos ven las mismas letras, las mismas vocales, las mismas consonantes, pero sólo ella es capaz de leerlo correctamente. Es nuestro lenguaje secreto.