domingo, mayo 15, 2005

Volver...

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Cristina Peri Rossi

“Pienso en dónde guardaré los quioscos, los faroles, los transeúntes, que se me entran por las pupilas. Me siento tan lleno que tengo miedo de estallar…” Así pensaba yo también, como Girondo en estos versos, cuando llegué ayer por la mañana a casa, abrí la puerta, abandoné mi mochila sobre el suelo y me derrumbé en el sofá con la vista naufragada en la ventana del salón tras doce horas de avión y cinco de tren. Vuelvo lleno. Lleno de rostros, voces, miradas, lugares, ambientes, sonidos, tactos, perfumes y olores, músicas, canciones y libros. Muchos libros. Tantos que tuve que comprarles una mochila para no convertirme en Diógenes. Las modernas cajas de cartón abrigan y tapan mucho menos que los confortables toneles de madera de antaño. Siempre hay libros esperándote al otro lado de un océano. Porque hay libros que no viajan, a los que no se les deja, que no lo necesitan o… simplemente son ya demasiado viejos para viajar. Vuelvo lleno también de nostalgia. A un país que amas, más tarde o más temprano, siempre has de poder volver –“siempre se vuelve a Buenos Aires”, dice un tango- pero hay otros lugares a los que con el paso de tiempo es imposible regresar. “No va más”, que dice otro tango. Lo acepto con la ligereza de escrúpulos que me acompaña de un tiempo a esta parte. Sin culpa ni resentimiento porque bailo muy mal el tango. Con nostalgia, porque sé escucharlos.

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