miércoles, octubre 19, 2005

One

Image hosted by Photobucket.com




Porque en el fondo siempre he creído en ella.
Porque se puede creer en algo cuando se reza pero también cuando se maldice.
Porque las maldiciones son siempre más creíbles que las plegarias.
Porque las maldiciones te provocan dolor y los rezos sólo esperanza.
Porque sólo el dolor es real.
Porque es más fácil creer en lo real.
Porque resistió al temor, al amor, a la felicidad, a la pasión, al miedo, al vértigo, al vacío, al dolor, al asco, al desprecio, a los remordimientos, a la tristeza, a la nostalgia, a la melancólica placidez, al recuerdo y por último a la memoria.
Porque me resistió.
Porque alguien me dijo que “la llevo tatuada en la piel”.
Porque alguien me dijo que huele a mi.
Porque alguien me dijo que sabe a mi.
Porque nadie estuvo nunca tan cerca de mi piel como para saber todo eso.
Porque no estaba cerca. Estaba debajo.
Porque ningún ser vivo puede estar debajo de la piel de alguien sin convertirse tarde o temprano en una enfermedad.
Porque las enfermedades son más fáciles de curar cuando se entienden.
Porque las cosas que se leen se entienden mejor.
Porque en ella pude leerme.
Porque en ella sigo leyéndome a pesar de todo.
Porque en ella sigo entendiéndome a pesar de todo.
Porque en ella sigo creyendo a pesar de todo.
Porque alguien dijo que cualquiera que la escuchara podría ver sin dificultad el color de mi alma.
Porque ya no es un lugar, ni unos años, ni unos ojos azules que eran grises como el hielo sucio cuando la luz desaparecía tras las ventanas.
Porque ya es mía y vive en mi, sin tiempo, sin espacio, con o sin ventanas, con o sin luz.
Porque es mi canción.
Porque soy yo.
Porque es la única canción que siendo uno también puede ser dos.
Por suerte.
Por desgracia.
Una plegaria.
Y una maldición.
Una.
One.


Is it getting better
Or do you feel the same
Will it make it easier on you now
You got someone to blame
You say...

One love
One life…




Hasta hoy podían ver las glicinas agitarse bajo la brisa cálida de los atardeceres del Ciento. A partir de hoy también podrán escucharlas estremeciéndose en su rumor íntimo de hojas y flores. Los más osados podrán incluso acercarse un poco y contemplar el color del alma de ese tipo que dormita, lee o bebe té en su mecedora del porche. Porque sólo la música permite esta clase de milagros.

Y todo esto gracias a Rochi, mi hada madrina… Su gorro cónico estampado de lunas menguantes, la estela de polvo dorado que deja al caminar, su varita de cristal acabada en brillante estrella y su… sonrisa… la delatan.

.

1 comentarios:

uminuscula dijo...

tu dedo

Publicar un comentario