jueves, abril 16, 2009

Omisión

Acuarela de Alec Earnshaw


Lo omití deliberadamente como quien oculta una verdad terrible o un miedo inconfesable. Lo silencié cuando, abrazado a tu desnudez mamífera, con la cabeza descansando mansamente en el suave arco de tu cuello, tan lejos de cualquier mazmorra, cegado por la luz –tu luz-, fui consciente de que probablemente en aquel preciso instante no había nadie a quien pudiese envidiar pero que hubiera mentido si al rezar nuestra oración de aquella mañana hubiéramos añadido que no había nada sobre la tierra que yo deseara poseer. Entonces hice lo que se le supone a cualquier hombre cuerdo y con una memoria de papel cuadriculado y tapas de metal: cerré los ojos con fuerza y hundí profundamente el verso en aquel mar azul surcado por velas blancas.

Dádiva

Un día muy feliz.

La niebla se levantó pronto, trabajé en el jardín.

Los colibrís se demoraban en las madreselvas.

No había cosa en la tierra que yo deseara poseer.

Sabía que no merecía la pena que envidiase a nadie.

Cualquier mal que hubiera sufrido, lo olvidé.

Pensar que una vez fui el mismo hombre no me molestaba.

En el cuerpo no sentía dolor.

Cuando me estiré vi el mar azul y las velas.


Czeslaw Milosz

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