jueves, mayo 07, 2009

Libros peligrosos

Foto de Sutpen


Hoy es mi último día en Kiev. Me despertó esta mañana el abrazo cálido del sol que entraba por la enorme ventana de mi habitación. Una luz que no encontré en los casi cuatro días que pasé en Odessa y que echaba de menos. Fue una buena decisión volver a Kiev un par de días antes de mi vuelta a España. Me he sentido tan bien en esta ciudad. No imagináis cuánto.

Intento no pensar en mi frustrado viaje en tren hasta China desde Moscú cruzando Mongolia. Aunque en su momento lo acepté de buen grado, después de estos últimos diez días, pensar en ello me hace daño. Me llena de cierta indefinible amargura. Abro lo ojos, estiro el brazo y alcanzo del suelo, al pie de la cama, el libro que me ha acompañado durante todo mi viaje. Ahora que poco a poco, con mucho esfuerzo, voy dejando mi adicción a los juegos peligrosos me ha dado por las lecturas peligrosas, que lo son mucho más en este momento de mi vida en el que me encuentro, más cerca de convertirme en pastor de yaks en mitad de una estepa desolada de Mongolia que de cualquier otra cosa. Lo abro por una página al azar. Ahora –a falta de Moby Dick- es él quien oficia mi ritual de la mañana. Porque para eso están los Libros Sagrados. Para salvarte también de la desesperanza cuando más lo necesitas.


“Paso el arrecife Ashmore. El último obstáculo antes de perderme en el Índico. Estoy a casi cuatro mil millas de mi próxima escala. El océano se abre delante de mi, sin arrecifes, ni líneas de navegación, ni islas peligrosas. En las semanas que van a seguir podré dormir tranquilo.

Pienso en Indonesia. Doy algunas vueltas al porqué de no haberme parado. Pero no lo siento. ¡Otra vez será! (Tal vez sí, tal vez no, pero no importa.) Y me pasaré en sus islas meses y meses. No. No hago colección de escalas, ni de países, ni de trofeos de viajero. ¡No! Busco la vida, y la saboreo, procurando no destruir sus secretos. Indonesia está allí y allí ha de estar siempre. Y me hace pensar y me hace soñar y me ayuda a vivir mirando hacia el futuro. Si lo veo todo ahora, ¿dónde estarán los encantos del planeta, si todo lo conozco?

Prefiero que la tierra sea coqueta y no me importa que me atormente un poco con los misterios de sus intimidades.

El poeta sueña con el amor, y este amor soñado es la exaltación de su vida, pero en el fondo no sabe que esta fase de su amor no realizado y no correspondido es lo más hermoso y sublime de este amor.

Tal isla existe. Dicen que es hermosa. Dicen que sus habitantes ríen. Dicen que la gente es indolente. Y esa isla que yo pienso que existe, porque he oído hablar de ella y porque la he visto en mi carta, me dice muchas cosas. Seguramente yo nunca la veré, pero el hecho de que yo piense en ella, le da un valor enorme, gigantesco.

La rodean unos horizontes azules, la habitan unos hombres morenos, y su existencia vaga, remota, es ya de por sí una vibración, una realidad de la tierra.

El hacerlo todo, todo, sólo satisface la vanidad. La vanidad es algo bien agradable y mueve casi todos los mecanismos de la vida. Pero lo hecho por vanidad pierde todo su sentido. El alma se insensibiliza”

(¡Eh, petrel! Julio Villar)

Amén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sutpen!
Hombre, los aires de Leste te hacen bien, hein!?!
(o fuera esa malograda viaje???!!!)
Vale, vale!!

Anónimo dijo...

(ah...seguro que esse tal habla de Indonesia? Que pena, poderia estar hablando de Timor Lorosae...;) )

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