sábado, enero 22, 2011

The Drifter (Bosquejo I)


Hay un hombre caminando por el arcén de tierra de una carretera secundaria de asfalto oscuro y despintadas líneas amarillas. El hombre, alto, delgado, viste una chaqueta ligera, abierta, de color marrón, una camisa blanca, pantalones grises, zapatillas deportivas. Entorna los párpados bajo el antifaz de sombra que proyecta el fedora plomizo que cubre su cabeza. Lleva una bolsa de lona azul marino colgada del hombro. La primavera se despereza lentamente tras el amanecer. Una miríada de pequeñas flores amarillas salpica la vasta planicie que aquella carretera, como una cicatriz reciente, hendirá durante miles de kilómetros hasta alcanzar un océano índigo de aguas tranquilas, barcos de colores vivos amarrados en el puerto y gaviotas en el cielo. El hombre tardará semanas, meses quizá si la suerte le es esquiva, en llegar hasta allí. Lleva caminando varias horas. Aún era noche cerrada cuando abandonó la cama que compartía con aquella mujer, metió algo de ropa, dinero y comida en su vieja bolsa de militar, salió a la calle y aspiró con fuerza, como si acabara de nacer, como si esa hubiera sido la primera vez que insuflaba aire a sus pulmones, la dulce fragancia de los tilos que pasean como putas hermosas sobre las aceras de la ciudad a medianoche.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"... la dulce fragancia de los tilos que pasean como putas hermosas sobre las aceras de la ciudad a medianoche." Bienhallado, Sr. Sutpen. :)

Anónimo dijo...

Buen viaje, Sutpen.

S.C.

uminuscula dijo...

te echo de menos!

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