martes, julio 13, 2004

Fragile...




No hace mucho volví a pasear por las afueras de la ciudad, donde los edificios se van apagando hasta desaparecer y dar paso a una huerta feraz. Anduve los mismos caminos ya recorridos en otras ocasiones donde hace dos primaveras una miríada de lirios embellecían y perfumaban el paseo. No me costó demasiado encontrarlos: grandes y llamativas letras de neón donde se podía leer “El pistilo rosado” iluminaban el borde del sendero. Los lirios que un día engalanaban el camino con su sola belleza habían decidido abrir un burdel. Dos lirios de color violeta me ofrecieron sus servicios contoneando sus esbeltos tallos. Más tarde, cuando el sol maduraba con lentitud de fruto enorme tras las suaves colinas me dirigí hasta el cerezo donde otras tardes como aquella había contemplado el atardecer escuchando el trino virtuoso de los ruiseñores. Apoyé la espalda en el tronco y esperé. Pronto sentí gotas húmedas en mi nuca, sobre la cabeza. Miré hacia arriba, y allí estaban: tres ruiseñores de pecho amarillo me escupían desde sus altas ramas.

Nadie es indemne. Decía alguien que la propia vida es una plaga. Una lenta enfermedad que nos contamina poco a poco y nos despoja. Vivir es ir despojándose de cosas: de agilidad, de fuerza, de belleza. Pero también de otras cosas: nos despoja de la ilusión, de la inocencia, de la ingenuidad. A partir de cierta edad es muy difícil encontrar personas ingenuas… Es como… como encontrar un unicornio hocicando tranquilo en el jardín de casa. Si la llamé ingenua no lo hice con ánimo peyorativo, sino todo lo contrario: como algo extraordinario, difícil de ver hoy en día. No estoy acostumbrado a tratar con mujeres como usted. De un tiempo a esta parte trato con mujeres que arrastran los pies y miran con hielo en las retinas, que dejan crecer zarzas al final de los dedos de sus manos y salivan arsénico. Por eso no dejo de asombrarme cuando veo a una mujer caminar varios centímetros elevada sobre el suelo, la mirada serena y clara, inmune a la nube espesa de smog vital que asola como una plaga nuestra existencia. La ingenuidad es también un arma poderosa. Pero no tenga prisa, ya tendrá tiempo de escupir desde su rama o de abrir su propio lupanar. Por el momento déjeme disfrutar de esta… su primera primavera…

Siempre es una delicia leer sus palabras. Hoy me va a permitir que haga algo que llevo tiempo queriendo hacer sin atreverme, porque supone manejar material frágil. Pero desde que las vi supe que esas palabras buscaban un destino que usted les había negado. Precisamente por esa ingenuidad de la que le hablé… esa bendita ingenuidad…

Mensaje de sábado o de domingo.

Tengo en la pared dos cuadros
hechos con un solo trazo.
Un perro y una jirafa.
Tengo en el empeine de mi pie derecho una fea herida.
Las sandalias a veces son agresivas.
Tengo el calor dentro del cuerpo.
Anyway, mensaje de sábado o de domingo,
de una madrugada cualquiera.
¿Qué hacen ustedes?

No quiero meterme en la cama,
no podré dormir.
Daré vueltas sobre mí misma
hasta que por la espalda comience a correr el sudor.
Entonces, me levantaré y beberé agua.
Uno, dos, tres vasos,
puede que más.
Bebo cantidades de agua alucinantes.
Pero no sólo ahora,
que hace demasiado calor, sino siempre...
Adoro el agua.

No sé por qué de un tiempo a esta parte duermo menos.
No sé por qué pienso más.
No sé por qué follo menos de lo que me gustaría.
Oh, sí, sí lo sé...
Es que cada vez me gusta menos gente.
O que soy demasiado perezosa.
Porque así es, ciertamente,
a menudo me da pereza follar.
Como me da pereza bajar música desde la red.
Pero, cuando lo hago,
cuando me pongo a ello
después lo quiero todo...
el disco completo,
el in crecendo…

Tribecca. (4/07/2004 04:00)


Lo estaba pidiendo a gritos y si Carver ayudó a los escritos de Chèjov a romper las crisálidas y transformarse en mariposas, no veo por qué no puedo hacerlo yo también con los suyos. Me fascinan casi tanto como los del ruso fascinaban al americano. Y ambos, en cualquier caso, lo vimos muy claro. Seda y mariposas. Sin artificios.


:/

1 comentarios:

uminuscula dijo...

lloro. ya escupo y tengo mi lupanar, profeta. Manuel.

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