domingo, marzo 01, 2009

Ulysses


Foto de Sutpen

Era Madrid. La noche en que ella sobrevivió a Bacon y yo a los cuatro largos meses de espera en Isla Elefante. O al menos eso quisimos creer. Que estábamos vivos. Que vivíamos, por fin. Fue probablemente también esa fe inmensa la que transformó la carne en sensualidad, la violencia en ternura y el hielo antártico en agua dulce dentro de un vaso de ginebra. Me sentía tan feliz que cuando las dos únicas estrellas visibles del cielo de Madrid se alejaron en aquel taxi de madrugada, desoí sus indicaciones para llegar al hotel y decidí dar un paseo escogiendo calles al azar.

Y fue ese mismo azar quien me llevó a Dublín.

Un joven borracho me pasó un brazo por encima del hombro y me cantó bajito, casi en un susurro, junto al oído “you’ll never walk alone”. Fue sólo el comienzo. Ya nadie, ni tú ni yo, hubiéramos podido contener el Universo. Se desplomaba.

Enjoy a bath now: clean trough of water, cool enamel, the gentle tepid stream. This is my body.

He foresaw his pale body reclined in it at full, naked, in a womb of warmth, oiled by scented melting soap, softly laved. He saw his trunk and limbs riprippled over and sustained, buoyed lightly upward, lemonyellow: his navel, bud of flesh: and saw the dark tangled curls of his bush floating, floating hair of the stream around the limp father of thousands, a languid floating flower.”

(Capítulo 5. “Los comedores de loto”)

Una puta pálida me ofrece pasar un buen rato. Ya no tengo dudas, se llama Bella Cohen y camino por el viejo Monto. Sin detenerme le respondo con una sonrisa. Me devuelve otra sonrisa, infinitamente más triste, y me desea buena suerte. Hay sonrisas que sólo una puta puede entender.

“She is drowning. Agenbite. Save her. Agenbite. All against us. She will drown me with her, eyes and hair. Lank coils of seaweed hair around me, my heart, my soul. Salt green death.

We.

Agenbite of inwit. Inwit's agenbite.

Misery! Misery!”

“Secrets, silent, stony sit in the dark palaces of both our hearts: secrets weary of their tyranny: tyrants willing to be dethroned.”

(Capítulo 2. “Nestor”)

Miro el escaparate de la librería al pasar. Siempre lo hago. Él lo sabe. Y cae sobre mi. Sobre nosotros. Cae con el estrépito de seis años. Ya apenas puedo contener las lágrimas que me queman la garganta.


EL VIAJE DEL

ELEFANTE

José Saramago

Siempre acabamos

Llegando a donde

nos esperan.

“He opened the letter within the newspaper.

A flower. I think it's a. A yellow flower with flattened petals. Not annoyed then? What does she say?

Dear Henry,”

(Capítulo 5. "Los comedores de loto")

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, fue esa fe.

SC

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