jueves, julio 02, 2009

Él

Muchos años después creí verlo en aquel pub durante mi última noche en Praga. Fue una visión fugaz, una alucinación, una aparición que tomó forma corpórea durante unos instantes en el humo del tabaco, el vapor de la absenta y la luz estroboscópica. Cuando intenté enfocar la mirada buscando su rostro allí donde creía haberlo visto, entre un pequeño grupo de gente que bailaba, ya había desaparecido. Me despedí apresuradamente y me marché. Alguien me agarró de un brazo y yo me desasí con fuerza. Tenía que irme. Me había encontrado. Estaba seguro. Mientras regresaba al hostal a recoger todas mis cosas y poner en orden mi mochila lo imaginé conduciendo día y noche por carreteras secundarias y un mapa desplegado en el asiento del copiloto. Botellas de vino vacías tintineando entre sus pies, restos de comida y aquella fina sonrisa, como trazada a cuchillo, indestructible entre sus labios.

Al llegar a casa él ya estaba allí. Como otras veces. Su maletín de doctor victoriano sobre el aparador de la entrada y su sombrero borsalino de fieltro gris en el perchero. Recostado en el sofá del salón, mientras miraba la televisión, alzó el brazo que sostenía una botella de cerveza a modo de saludo.

Hoy, a pesar de que hace mucho tiempo que volví a perderlo de vista, me acordé de él. Es un recuerdo. Sigue estando ahí. Me acecha.

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